En un mundo de cambio permanente, hallar el contorno de nuestro rostro, se convierte en todo un reto. No es fácil; hay que buscarlo en diferentes situaciones. Entre reuniones, citas de trabajo, llamadas cronometradas, almuerzos ligeros y paradas en semáforos, todavía miramos el espejo para mirar si aún es valida nuestra búsqueda.
A veces pienso, que es más fácil encontrarlo en las cosas sencillas: en la sonrisa de un niño, en la belleza de una mujer, o en una conversación con un amigo, en fin…en aquellos sueños que nos pertenecen y nos justifican. Últimamente he concluido que más importante que el encontrarlo, está en todo el aprendizaje que nos deja el recorrido. Personas de diversas apariencias, ideas y creencias; lugares que nos enseñan con sus encantos visibles e invisibles; tantas culturas, tantos paisajes, son nuestros maestros, son nuestros destinos. Todas las distancias que hemos recorrido, se justifican cuando encontramos un lugar que nos acoge y nos brinda calidez de hogar.
En esa búsqueda permanente de hallar mi propio sentido, mi rostro personal y único, he encontrado en el brindar un servicio de calidad para aquellos que están lejos de sus hogares, una alta satisfacción.
Sus quehaceres y motivos personales, que los hacen venir de sus ciudades de residencia, encontrarán un espacio de calma y silencio. Yo, personalmente, he ido de viaje a muchos lugares; algunos remotos, otros no tanto. En algunos, he encontrado una cierta frialdad que me ha llenado de nostalgia, por el mismo peso de la ausencia y la distancia.
En otros, en cambio, mi alma se ha llenado de regocijo y he sabido, en aquellos momentos, que tarde que temprano volvería a ese mismo lugar. Mi memoria trae de nuevo a mi mente, con cierta frecuencia, los recuerdos de aquellos instantes del lugar que alguna vez me acogió con calidez. Así es de importante el sitio que nos hospeda.
Por eso, consciente del compromiso que esto implica, el sentido de mi trabajo llega a su punto culminante cuando se logra dibujar una sonrisa en nuestro cliente. Es allí, en esos momentos de gran alegría, cuando empiezo a palpar el contorno de mi propio rostro.
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